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“Que... se preocupen los unos por los otros”

Del número de junio de 1987 de El Heraldo de la Ciencia Cristiana


Consideremos esto: el matrimonio de un miembro de la iglesia se derrumba, o la familia de ese miembro está pasando por otra prueba severa, de manera que él o ella se siente muy desconcertado, sin dignidad y muy avergonzado para concurrir a la iglesia. ¿Es la iglesia responsable por que se mantenga la comunicación con ese miembro? Si es así, ¿cómo pueden los compañeros miembros de la iglesia fortalecer a estas personas sin inmiscuirse en sus vidas?

A veces, anhelamos que el número de miembros aumente en nuestras filiales de la Iglesia de Cristo, Científico; no obstante, ¿dejamos que los miembros actuales se vayan, sin que reparemos en ellos? ¿No debiéramos apreciar lo que tenemos? San Pablo lo hizo. En esos primeros días del cristianismo, la carta del apóstol a la iglesia de Corinto presentó con ternura el valor que él depositaba en cada individuo. Hizo esta pregunta: “Si dijere el pie: Porque no soy mano, no soy del cuerpo, ¿por eso no será del cuerpo?” Y un poco más adelante advierte: “Ni el ojo puede decir a la mano: No te necesito”. Ver 1 Cor. 12:12–27.

¿Acaso permitimos, por medio de una comparación desconsiderada, o aun llena de crítica, que un miembro se sienta indigno de representar a la Ciencia Cristiana? Nos necesitamos mutuamente. ¿Acaso no tiene un Lector necesidad de oyentes sinceros en el servicio religioso de la iglesia? ¿Podrían ser provechosas las actividades de una comisión directiva sin miembros de la iglesia que las apoyaran?

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