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La obediencia iluminada al Primer Mandamiento

Del número de abril de 1976 de El Heraldo de la Ciencia Cristiana


En la Ciencia Cristiana el mal suele ser descrito como una sugestión mental agresiva. El mal es falsamente mental y viene como una sugestión que afirma que existe un poder opuesto a Dios. El problema radica en que el mal no tiene una verdad que pueda presentar. Es mesmérico y debe ser combatido desde el punto de vista espiritual de que Dios es Todo y que el error es nada.

El Primer Mandamiento nos insta a mantener una lealtad invariable a la Verdad divina: “No tendrás dioses ajenos delante de mí”. Éx. 20:3; La obediencia iluminada a esta directiva divina nos permite disciplinar nuestro pensamiento y reconocer sólo la realidad de Dios y de que Él es Todo. Así aprendemos a percibir la verdad espiritual de todo lo que los sentidos físicos parecen contemplar. Nuestro deber para con Dios es amarle con todo nuestro corazón, amar Su creación espiritual y perfecta, y esto incluye mantener el concepto correcto de nosotros mismos y de nuestro prójimo.

Creer en la realidad del pecado, la enfermedad, la carencia o la limitación es creer en otro dios y en otro poder y, por lo tanto, significa desobedecer el Primer Mandamiento. Un ejemplo singular de los resultados de esa desobediencia se encuentra en el Segundo Libro de Crónicas donde leemos: “En el año treinta y nueve de su reinado, Asa enfermó gravemente de los pies, y en su enfermedad no buscó a Jehová, sino a los médicos. Y durmió Asa con sus padres, y murió en el año cuarenta y uno de su reinado”. 2 Crón. 16:12, 13;

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